Quetzalkrautl: Entrevista con Ramón Amezcua (Bostich)

Quetzalkrautl: Entrevista con Ramón Amezcua (Bostich)

Ramón Amezcua, mejor conocido como Bostich, es una de las personalidades clave dentro de la escena electrónica mexicana, pues ha contribuido a la construcción del modelo del género nacional a través de Nortec Collective, un proyecto distinguido a nivel global, desde 1999, por fusionar la música norteña y la banda sinaloense con los sonidos sintéticos.

Desde hace varios años, su creación en Nortec Collective ha ido más allá y es así como, su pseudónimo artístico Bostich y su proyecto solitario, presentado como Ramón Amezcua, experimentaron con diversas vertientes sonoras hasta consolidarse en un lugar privilegiado dentro de la vanguardia latinoamericana. 

Nominado al Grammy en múltiples ocasiones, su proliferación artística durante los últimos años ha quedado inmortalizada en álbumes experimentales como ‘Bipih’ y ‘Semilla’, lanzados en el 2020. Esta faceta ambient y de electrónica contemplativa lo ha hecho encontrarse con sus raíces y, recientemente, con Harald Grosskopf, músico veterano de krautrock, con quien creó una alianza llamada Quetzalkrautl.

Quetzalkrautl es un proyecto que une los orígenes de Ramón Amezcua (Bostich) y del sello musical alemán de Harald Grosskopf en un material de seis tracks inéditos que proyectan una intervención al krautrock nunca antes escuchada, ni siquiera en la escena musical de la Alemania Oeste durante la década de los setenta. 

Platicamos con Ramón Amezcua sobre su nuevo trabajo colaborativo, de la historia que lo llevó a conectar profesionalmente con Harald, uno de sus grandes ídolos, de sus influencias, su conexión con el krautrock, la perspectiva de la música electrónica y los proyectos futuros. 

¿Cómo has logrado fragmentar tu personalidad artística y tu identidad sonora en toda esta variedad de proyectos a la que ahora se le añade Quetzalkrautl?

Creo que Quetzalkrautl fue un resultado de la pandemia, de la necesidad, de la nostalgia de reencontrarte con tus raíces, quién eres y a dónde vas. Se dio la cuestión porque un amigo, que es alemán y con quien siempre me encuentro en Los Angeles, en Anaheim, en un evento que se llama NAMM, se dió cuenta que yo estaba escuchando a Klaus Schulze, un músico alemán muy revolucionario de fines de los años setenta que estaba acompañado siempre de Harald Grosskopf, el baterista. Entonces me dijo: ‘yo soy amigo de Harald, sería bueno que hicieras un disco con él’. Le dije: ´No, ¿cómo crees?, ¿cómo voy a hacer un disco con uno de mis superhéroes?’. Para empezar, lo primero que te imaginas es que ni siquiera te hará caso. 

Después nos hicimos amigos en Facebook por un grupo de gente que hace música electrónica pero ‘old school’, de puros sintetizadores modulares y demás. Fue entonces cuando lo agregué como amigo y me di cuenta que compartía publicaciones de cosas que oía sobre mí, pero no lo quería stalkear o decirle que yo era su súper admirador. Después empecé a comunicarme con él y le comenté que quería hacer un disco en colaboración y aceptó, para mi fue una sorpresa el hecho de que haya aceptado.

Le mandé unas maquetas de música que estaba haciendo, obviamente no era ni Nortec, ni techno, básicamente pura experimentación con mis sintetizadores, con los aparatos que había desempolvado en esta pandemia, cuando estuve mucho tiempo metido en el estudio. Le gustó mucho el proyecto y me mandó inmediatamente la colaboración, todo lo que hizo con los sonidos y hasta videos de él tocando los aparatos; lo veía bien emocionado, yo también me emocioné. 

Al principio la idea era hacer una canción, o dos, pero el material se generó muy rápido y en dos meses ya teníamos los seis tracks

No le quería decir a Harold que yo era su super fan, que oía su música y que tenía sus discos, que lo admiraba muchísimo, creía que se iba a asustar. Le decía que me gustaba mucho hacer música y que escuchaba mucho krautrock. Él tocaba con Ash Ra Tempel, uno de los fundadores del género que fue el germen de la música electrónica alemana, gracias a ellos nació todo, el techno y las vertientes que conocemos hoy en día. 

Le dí libertad a Harald, le mandé la música ambiental y los experimentos. Yo estaba trabajando con una máquina que se llama EMS VCS 3 que es un sintetizador que utilizaron todos los grupos pioneros de la música electrónica. También le mandé experimentos con un sintetizador que se llama TB 303, que es la máquina con la que se hizo el acid y el techno. Él los usó y me mandó una mezcla muy loca de krautrock con estos sonidos del ambient y me pareció un reflejo muy auténtico de nuestras raíces. 

Así se dio el primer track, que se llama “Vigía”. Todos los tracks tienen algo en común: reflejan las raíces de la música electrónica. No como una imitación o  algo que está pegando ahorita, sino como un reflejo a su entorno y a sus orígenes krautrock. Por mi parte, es un reflejo de donde vengo, de la música electrónica con máquinas icónicas.

Quetzalkrautl: la proyección de los orígenes de Ramón Amezcua (Bostich) y Harald Grosskopf

Últimamente he reflexionado mucho sobre los orígenes y de cómo el reconectar con ellos es una tendencia en la música actual. 

Pero conocer tu proyecto y la perspectiva con la que te acercas a esos orígenes me hace pensar que pueden coexistir diferentes raíces, por así decirlo, y que nos vamos conectado con ellas conforme pasan los años y maduramos. Porque tú te has acercado a esas influencias iniciales de diferentes maneras y en diferentes momentos, desde la música mexicana autóctona, recientemente también con el ambient más denso a través de 'Bipih' y ahora incluso con el pre-Kraftwerk, que es esta parte del Krautrock. Parece que te has conciliado con todos los inicios a lo largo de tu carrera.

Como decimos de una manera muy simple: “los pies en la tierra”, que implica regresar a nuestras raíces. Antes de la pandemia creo que se habían perdido muchas cosas, estábamos muy atados a lo que estaba pegando y a complacer. Hasta se había alejado mucho la imagen y la figura del productor. 

Si te das cuenta, el DJ era la superestrella y está excelente porque  la verdad es que son los promotores de nuestra música y son quienes se han encargado de llevar los sonidos a todos lados, entonces se les agradece bastante. Sin embargo, no había una valoración al productor, a quien hacía la música.

Los primeros días de la pandemia nos dimos cuenta de que casi todos los productores estaban trabajando en su estudio y haciendo sets. Al principio estuvo genial, pero después nos enfadamos porque todos estábamos haciendo lo mismo, tocando en nuestras casas, moviéndole a los aparatos y haciendo el streaming. Pero creo que todo eso nos permitió reencontrarnos con cosas que eran, quizás, obsoletas para nosotros. 

Por ejemplo, mucha gente menospreciaba un cassette o un disco. Me pregunté a mi mismo: “Estoy en el 2020, en diez años, ¿cómo voy a recordar este momento?”, y realmente no lo voy a recordar como algo físico. Es por eso que saque el cassette de ‘Bipih’, porque dije: “No, quiero algo físico que me conecte con este tiempo y que me conecte musicalmente. Entonces, ‘Bipih’ es un material que tiene que ver con un objeto que voy a tomar o alguien tomará y dirá: “¡Me acuerdo cuando lo compré en la Ciruela Eléctrica, acá en Tijuana, o allá en la Ciudad de México, y fue en el año 2020!”. 

Lo mismo pasa con Quetzalkrautl, será una música que aunque puede que sea del 2020, será atemporal porque tiene un sonido de los setenta, del krautrock, de los inicios del techno con la cajita de ritmos TB 303, pero te ubicará en un momento en la historia en el que te preguntarás por qué surgió esta música en el 2020 y pensarás que surgió porque había una nostalgia y una necesidad de reencontrarse con las raíces. 

Todos hemos tratado de volver a la música que escuchábamos antes y, obviamente, es por eso que Quetzalkrautl tiene mucho que ver con esta situación; refleja, de forma muy auténtica, una situación que viví por mi lado, como Ramón y Harald. Él, por otra parte, estaba en Alemania y quizás estaba allá en su mundo, en su rollo, y se encontró a una persona que vivió el krautrock, entonces probablemente eso lo motivó a desempolvar todos esos recuerdos y raíces musicales. 

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Con Quetzalkrautl se repite tu trabajo interviniendo un estilo musical de percepción local, como sucedía con Nortec y la fusión de electrónica y regional mexicano, por ejemplo. Cuéntame, ¿cómo ha sido tu trabajo de intervención del krautrock?

Las colaboraciones son muy importantes cuando das libertad y cuando proyectas de una manera auténtica tus verdaderos gustos musicales. Obviamente yo no voy a hacer krautrock porque yo no viví en esos momentos, yo no estaba en Alemania ni soy de esa generación. Si quisiera hacer esa música quizás sonaría bien o mal, pero no de una manera auténtica. Hay grupos de krautrock en México y Tijuana que lo hacen increíble pero, de todas maneras, por mi lado hubiera sido muy difícil tratar de hacerlo. 

Cuando empezamos esta colaboración yo deje que Harald hiciera lo que quisiera, con toda libertad. Él la plasmó y no le moví nada, ni edité, ni traté de componer. Conmigo sucedió igual, traté de hacer lo que me gusta. Tomé la caja de ritmos, la cual se llama drum tracks y me encanta. Así comencé a hacer beats y se los mandé. 

Probablemente, si yo le hubiera mandado esos sonidos a otro productor de techno en Alemania, hubiera hecho una cosa completamente diferente. Harlod me los regresó  tal cual. Es por eso que siento que hay un balance de su lado, en sus raíces y por mi lado, la influencia de los músicos pioneros de música electrónica, mis raíces. Es inevitable que no los plasmes en tu música. Salen de alguna manera y ahí estarán siempre. 

Tienes una especie de maestría para la fusión, ¿cuál es el secreto de para lograr una mezcla que funcione, que sea efectiva?

Hay dos maneras: una de ellas es deconstruir, porque hay muchas fusiones. Por ejemplo, en la historia de Nortec, si nosotros hubiéramos fusionado la electrónica con la norteña, quizás hubiera sonado como house o house con un acordeón encima. Pero ahí realmente no fue una fusión, fue una deconstrucción en la que se tomó el sonido norteño y se le dio otro contexto, con procesos de música electrónica, algo totalmente nuevo. 

La cuestión de las fusiones también es algo delicado en donde tiene que haber un balance porque en una fusión, si tú piensas juntar música house con una trompeta de mariachi, dominarán más los sonidos electrónicos.

En el caso de Quetzalkrautl, fue una fusión de dos influencias y raíces. En mi caso, no quise fusionar sonidos mexicanos. Hubiera estado un poco complicado porque probablemente ya se hizo. Me gustó mucho que Harald no trató de fusionar algo ajeno a él. Recibí lo que estaba haciendo en esos momentos y me emocionó mucho porque era el sonido que lo caracterizaba; me siento muy complacido y muy contento con los resultados. 

La perspectiva y el futuro de la música electrónica 

Desde hace algún tiempo he reflexionado algo sobre la música electrónica y su función predictiva de los sonidos. Esta idea me vino a la mente a través de un documental de Noisey y de unas declaraciones de Mateo Lafontaine. Parece que la música electrónica, a finales de los setenta y en los ochenta, por ejemplo, tenía la idea de proyectar los sonidos del futuro. Pero, ¿ya aterrizamos en ese futuro?, ¿es un futuro que algún día alcanzaremos?. Siempre se vuelven a esos sonidos y parece que predijeron el futuro en el que estamos ahora, por todas las tendencias musicales, pero también hay un planteamiento constante de los sonidos del futuro en las vanguardias electrónicas. 

Admiré y admiro mucho a Mateo, fuimos grandes amigos. Es extraño porque el futuro de la música electrónica se entiende hacia atrás. Por ejemplo, la música de los ochenta, la entendimos en los noventas, la música de los setenta la entendimos en la década de los dos mil. En la música del 2020, entendemos los sonidos de los años cincuenta. Así sucede en el nuevo disco de The Chemical Brothers, que se basa en la música concreta de los años cuarenta y cincuenta, de exponentes como Pierre Schaeffer y todos los compositores franceses que fueron los primeros que incorporaron la música ambiental y experimental en tapes y todos estos formatos. 

Entre más vamos hacia el futuro, más se entiende el pasado. Lo puedes escuchar en muchos compositores de los años cincuenta de música electrónica experimental como Luciano Berio, Olivier Messiaen y más que, antes oíamos sus discos, los escuchábamos, pero no los podíamos entender. Ahora escucho esos álbumes y comienzo a comprender más de ellos. ¿Cómo es posible que esa música, en los años cincuenta, haya visualizado el futuro? Esa es la perspectiva de la música electrónica.

Desde los años ochenta y hacia adelante se ha empezando a entender más y más el pasado conforme transcurre el tiempo. Quizás en el 2040 van a entender a Luigi Russolo, en Italia, que en 1920 incorporó el ruido en la música académica. 

Entonces se confirma la idea de que una verdadera vanguardia jamás se verá rebasada ni perderá su vigencia, ¿no?

Sí. Creo que  funciona a través del contexto con el que tomamos las cosas. Por ejemplo, si tengo una caja de ritmos, una 808 que se hizo en 1980, y este aparato lo compró en esa época un grupo que se llama Afrikaa Mambaataa y así inventó el hip hop y el electro. Después, yo tengo este mismo instrumento, en la actualidad, yo no haré esa música, voy a construir algo totalmente diferente, aunque sean los mismos aparatos. 

Depende del año en el que vives. En 1950 el contexto estaba orientado por las ideas del futurismo pero la gente que se está reencontrando con ese pasado le da otro uso. Igual pasó con Air y el álbum ‘Moon Safari’ de 1998. Ellos tomaron mucha música del pasado pero el disco sonaba muy fresco.

Me gustaría hablar sobre la estructura del álbum de Quetzalkrautl. Tengo una fijación con “Sequenza”, la última composición del material. Siento que es en la que se pueden distinguir más los elementos del krautrock porque tiene una estructura que explota por completo hacia el final. También me hace pensar que el álbum tiene la idea de progresión al interior de las canciones pero también al exterior, por el hecho de que el track del que hablo se encuentra al final. Como si existiera una especie de micro progresión y macro progresión  en la estructura del disco. 

Esta pieza comienza muy minimalista y termina con un sonido parecido al de Tangerine Dream, esos grupos alemanes setenteros, obviamente eso lo hizo Harald. En esta pieza, yo empecé más con mi estilo y el recorrido lo terminó Harald. Me gustó mucho cómo cerró el álbum porque ya no es tanto como un balance, sino que también es una ubicación de los dos personajes, de dos mundos y mentes distintas que se unen. 

¿Cómo será la promoción del álbum?

Hay unos chicos con los que yo he trabajado en otras ocasiones, es un colectivo visual que se llama F3, ellos han expuesto en MUTEK y esos festivales de vanguardia, son muy talentosos. Les compartí el disco, no creí que lo hubieran asimilado porque son jóvenes y quizás no sabían mucho del krautrock, pero les encantó, me dijeron que no sólo querían hacer un video, tenían en mente dos o más. Entonces, el álbum se estrenará este viernes y también un videoclip de “Vigía”. 

También hay una inquietud de presentar este material en vivo, que veamos que ya está mejorando la situación y la idea es presentarlo. Que Harald pueda venir aquí a México y que el disco tenga un apoyo visual que seguramente será de F3. 

¿Cuáles son tus proyectos para el futuro, tanto con Quetzalkrautl como con tus proyectos personales? 

Estoy muy emocionado porque este año se estrenará el nuevo disco de Nortec, titulado de ‘Sur a Norte’, que hemos tratado de alargarlo con cada sencillo porque obviamente un álbum, en estos tiempos, ya no es tan funcional. Saldrá en unas semanas un nuevo sencillo. Nortec ya no será el clásico acordeón y la tuba, sino que también tendrá otros sonidos, desde Tijuana hasta Mérida. Nos pusimos a grabar muchos sonidos y quedará plasmado en este material. 

También estrenaré un soundtrack de un documental de aquí de Tijuana. Es una producción sobre la historia del box. Tijuana tiene una gran historia con el box porque aquí salieron muchos campeones y la historia es sobre el entrenamiento de todos esos boxeadores,  es una historia bien loca. 

Al principio no supe mucho de qué se trataba y no me interesaba del todo, pero una vez que empecé a verlo me dije: “¿Cómo es posible que tantas historias de éxito terminen en la muerte y en el fracaso? Era como un patrón. El entrenador nunca tuvo dinero, sólo los hacía millonarios. Me gustó la historia e hice la música. Se estrenará este año al igual que su soundtrack

¿Cómo será la música de ese documental?

Ese disco lo hice como una mezcla de ambient, sonidos parecidos a los de Nortec, pero no es tan festivo. Es más ambiental, puedes escuchar tubas y demás instrumentos procesados. Es más ambiental pero tiene un toque muy de acá, de la frontera, de Tijuana y se estrenará en octubre. 

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