Originarios de la Ciudad de México, Diego, Antonio y Adrián conforman Los Riot, un proyecto que destaca de la escena local gracias a su fusión nostálgica de convenciones sonoras del new wave y el rock alternativo contemporáneo.
Su catálogo, el cual se ha nutrido desde el 2016, se compone de dos producciones extendidas de estudio: “White Lies” (2018) y “Dreams of Devotion”. Este último ha sido editado el pasado 5 de febrero del 2021.
En medio de la promoción de sus nuevos materiales, tuvimos la oportunidad de platicar con Antonio, guitarrista de Los Riot, sobre los nuevos lanzamientos, los sentimientos de la banda ante la emergencia sanitaria que azota al mundo en estos momentos, sus ambiciones y el futuro del proyecto.

“Dreams of Devotion”, un vórtex de sentimientos
Los Riot están promocionando "Dreams of Devotion", su nuevo material de estudio. ¿Qué me puedes decir sobre él?
Este disco consta de siete canciones. La mitad de ellas se grabó de forma previa a la pandemia y el resto en medio de ella. Me gusta decir que, hasta cierto punto, es un trabajo que refleja la atmósfera que hemos vivido durante este encierro. Pero también, es un material que proyecta la nostalgia de la “vieja normalidad”.
Nuestra principal finalidad con “Dreams of Devotion” es producir una especie de alegría inmediata. El motor principal al momento de crear este álbum fue hacer canciones cortas, rápidas y digeribles; como un shot de adrenalina para reanimarse sin importar lo que esté sucediendo.
Es algo que se puede percibir perfectamente. Ustedes han descrito este álbum como un “vórtex de sentimientos”. Y me parece un adjetivo caótico pero que en realidad es bastante coherente y funciona a través de sus canciones…
Es muy chistoso porque en nuestro material pasado,“White Lies”, nos dimos cuenta que era un material bastante diverso y que no aterrizaba en un género; cada canción suena como una banda distinta.
Lo que tratamos en “Dreams of Devotion” fue lograr un sonido más sintético y característico. Por ejemplo, algo como Surf Curse o Motorama, que los escuchas y enseguida reconoces quiénes son.
Por alguna razón siempre llegamos al momento en que convergen todas nuestras influencias y no podemos encapsularnos en un solo estilo musical. Irremediablemente siempre caemos en la multiplicidad de sonidos.
Podemos escuchar mucho new wave, post-punk, mucha nostalgia de un rock más gótico. Pero también hay surf indie, alternativo, pop punk… tratamos de crear una serie de hibridaciones con todo lo que nos gusta.
A diferencia de sus trabajos pasados, esta vez Los Riot suenan más luminosos, han dejado parte de esa oscuridad que permeó en sus canciones anteriores. ¿Cómo han decidido tomar este rumbo sonoro?
Teníamos la inquietud de plasmar música “buena onda”, un espíritu de felicidad generalizada. En estos momentos queremos hacer muchas cosas que hacíamos en el pasado, ver a nuestros amigos, disfrutar libremente de la ciudad, ir a un bar a divertirnos.
Antes de formar una banda nosotros éramos amigos y solíamos visitar los bares góticos de la Ciudad de México. Por ejemplo, el “Real Under”, “El Centro de Salud”, el “UTA”. Todos estos sitios nos encantan porque ponen la música que nos gusta y están diseñados para que cualquier persona, incluso aquella que tiene dos pies izquierdos, pueda bailar y pasarla bien.
Entonces en este disco tratamos de captar esa atmósfera, esa sensación que, aunque no seas una persona que sea buena bailando, la música se convierta en un demonio que se apodere de tí y te convierta en un pasajero de tu propio cuerpo.
La nostalgia y la síntesis de Los Riot
Lo que mencionas me trae muchos recuerdos de cuando visitaba la “UTA” y la pasaba muy bien en “El salón de las brujas”. La primera vez que fuí me impactó mucho porque, en ese sitió, comenzó a sonar “Square Rooms” de Al Corley y sentí una emoción… un sentimiento de felicidad inmensa.
¿Por qué crees que en los tiempos recientes hay una recurrencia y fijación con la nostalgia y con la música de los ochenta?
Es increíble cómo los ochenta están más vivos que nunca. Creo que tiene que ver con una necesidad de regresar a esos momentos más honestos con respecto a cómo se hacía la música. Actualmente celebramos mucho a todos los fenómenos de la globalización, sin embargo, en medio de todo esto, también interviene una añoranza a elementos más inocentes. Por ejemplo, al disco, a la autogestión, la cercanía física entre las personas…
La música de aquella época era más osada, había diversas controversias y tabúes con respecto a varios temas, como la sexualidad, la autopercepción y tu relación con la sociedad. Pero la cultura del club llegó a transformar todo este paradigma, a través de la euforia, de los discursos contundentes y viscerales de la época, de los sintetizadores…
Muchas veces esa nostalgia es mal interpretada por las personas porque pueden relacionarlo con la regresión a las formas ortodoxas del pensamiento. Pero en realidad nos quedamos con lo bello y con la esencia de liberación a través del arte.
Exacto, se trata de conciliar lo contemporáneo con lo que podemos rescatar del pasado. Es un ejercicio de síntesis, al igual que lo que percibo que han conseguido con “Dreams of Devotion”.
Esta vez me gustaría hablar de esa mixtura de sentimientos que convergen en el álbum, porque anteriormente hablamos sobre la felicidad y la luz, pero también puede percibirse un poco de tristeza y melancolía en los tracks…
Precisamente a eso que llamamos “happy-sad”, se nos vienen a la mente bandas como The Cure o The Smiths, son proyectos con una esencia melancólica que, a la vez, te llenan de energía y adrenalina. Es ahí en donde llegamos a ese éxtasis estético.
Sentimos una tristeza que tiene que ver con lo que estás pasando en ese momento. Entonces, pones una canción que te ayuda a sobrellevar dichas emociones y, en lugar de hundirte más, sientes como comienzas a salir a flote, te identificas.Es una energía reivindicatoria.
Creo que es algo que se siente mucho con respecto a la pandemia. Estamos contenidos en casa, nuestra convivencia es muy limitada y lo único que puede salvarnos es la música y el sentimiento “happy-sad”. Tan solo te pones los audífonos y conectas con otra alma a través de los sonidos.
Un aspecto que me gusta mucho de Los Riot es el uso de sintetizadores. Sin embargo, siento que han perdido prominencia en sus materiales más recientes. De “New Black” a este nueva producción de estudio suenan cada vez menos saturados. ¿Cómo ha surgido este cambio en su sonido y en su instrumentación?
Para este disco queríamos que imperaran las guitarras. Sí hay sintetizadores pero han ido cambiando nuestros procesos de producción. Antes solíamos grabar varios synths y de pronto quedaba un muro de sonido electrónico bastante denso. Ahora queremos enfocarnos más en otros sonidos, sin necesidad de que los sintetizadores sean protagonistas.
En “Dreams of Devotion” regresamos a los instrumentos de cuerda, incluso podría interpretarse que sustituyen a los sintetizadores, que en esta ocasión sólo tienen un papel atmosférico. Es algo más garage y orgánico…
Ustedes se han autodenominado como un proyecto “pop” e independientemente de las cualidades de esta tipología musical, me costó trabajo aterrizar este concepto como un elemento que defina a Los Riot. Sin embargo, creo que lo entendí a partir de pensar que sus canciones no son olvidables, pues tienen ese factor “catchy” muy presente.
Considerando que su sonido puede llegar a ser más denso y endurecido con relación al arquetipo del pop. ¿Cuál es la fórmula a partir de la cual han conseguido crear composiciones memorables y digeribles?
Esa fue una de las preocupaciones y ambiciones que tuvimos con esta nueva entrega. No queríamos hacer un disco de canciones desechables, todas las concebimos para que atraparan las escucha desde los primeros 30 segundos.
Entre algunas bandas puede existir la idea de hacer música densa e “intelectual”, pero nosotros tenemos la idea de que la música tiene que ser un lenguaje universal. El pop, más que un género, es una ideología. La palabra trae a la mente lo superficial y lo banal, pero en realidad yo lo relaciono con accesibilidad y una fácil conexión con los sentimientos.
¿Cómo crees que podamos llegar a conciliar esta nueva normalidad con la realidad del pasado que tanto extrañamos? En términos de la vida cotidiana y a través de su música.
Si de algo ha servido esta emergencia sanitaria es para darnos cuenta que hay instituciones caducas. También nos ha ayudado a evidenciar que cualquier cosa puede suceder e impactar en nuestra cotidianidad.
Es algo que hemos visto especialmente con la promoción de “Dreams of Devotion”, notamos que hay un problema con respecto a la fé que se tiene a ciertos medios y vías de difusión. Aquí entra la escena de los conciertos. Hay muchos amigos músicos que tienen una gran urgencia por volver a los escenarios.
Sin embargo, tenemos que reestructurar todo lo que ya estaba establecido, porque será imposible volver a ello. Debemos darnos cuenta de que no podemos seguir atrapando nuestra música en sitios específicos, pues muchos de esos lugares céntricos de la escena, a partir de la crisis de la pandemia, han desaparecido.
Estaría bien que regresara el fenómeno de las tocadas en casas o fiestas, que se difuminan las separaciones entre el artista y el público. Hay que generar formas de convivencia alternativa. No nos queda de otra más que reinventarnos.
Hablando del futuro, ¿Cuáles son los planes de Los Riot después de “Dreams of Devotion”?
La idea es continuar con la promoción del álbum y también quiero invitarlos a estar al pendiente de nuestro canal de YouTube, en donde próximamente estaremos subiendo, algunas sesiones en las que hemos estado trabajando. Además tenemos preparados más videos y sencillos. Nuestro cuarto sencillo será “Black Nintendo” y podría ser lanzado como tal a finales de marzo.
También podríamos sentarnos a componer lo que quizás sea nuestro próximo material de estudio. Evidentemente todavía está un poco lejana su producción, pero probablemente podríamos lanzar algo nuevo para el 2022.
Armando Tovar